En tiempos de guerra,
cualquier bache es trinchera.
- Paráfrasis de un dicho popular.
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Mi relación apasionada con los baches es ya larga y tormentosa. Debo decirlo: Yo amo los baches. Una vida sin baches es una vida monótona: Aburrida, plana, sin sobresaltos. Los baches nos recuerdan que la vida no es una rueda de la fortuna como el símil popular nos lo asegura; y no lo es, porque la elipsis que en “la rueda” nos tiene ora abajo, ora arriba, es infortunada por la lentitud del tránsito: La vida no es así de suavecita.Más certero es el símil del bache que te pone de golpe con la cabeza rozando el cielo y un segundo después te trae de nalgas contra el asiento: Así sí es la vida.Lloré. Sí: Lloré de la emoción. Ya lo he dicho: Soy un sentimental.
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Desmotivado estaba yo para votar por Hank, pero ¿cómo no querer a un gobernante que fue capaz de generar cientos de miles de baches para gozo y esparcimiento de sus gobernados? Si Hank me promete que “Chicali” tendrá 133 mil 871 baches (sólo uno más que Tijuana, no es mucho pedir, creo que nos lo merecemos) yo votaré por él. Un hombre como este, capaz de tener 19 hijos, 500 pares de botas, tantas bestias a su alrededor como para conformar un zoológico, no se puede atorar ante la humilde petición de un potencial votante. Y estoy seguro de que su proyecto (de él, a través de su sucesor) de rehabilitar los baches de Tijuana, no es otra cosa sino una muestra de que él también ama los baches. Porque no habla de eliminarlos, ni de taparlos, ni de asfixiarlos con grava; no: Habla de rehabilitarlos. Como se hace con los adictos: Volverlos a la vida… a la vida de baches, claro. Rozagante baches, redivivos, tendremos muy pronto, rehabilitados, por todo Tijuana.
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Digamos como Ricardo III, “mi voto por un bache”. Si piensan que mi amor al bache es una especie de oportunismo para empatarme con el señor de los chalecos, se equivocan. Lo mío es sincero y lejos de frivolidades transitorias. Ante la duda, consulte en Internet un artículo que apareció en La Crónica de Mexicali el día 23 de enero del 2005. Se llama “Mi amor por los baches”. Les digo.
Por: Ángel Norzagaray
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